Suzu Nagano es tan seria y tranquila que es raro encontrar un estudiante en estos días. Cuando la besé, ella sonrió tímidamente, y cuando le acaricié los pechos, que empezaban a hincharse, y jugué con sus pezones, ella reaccionó con espasmos. Cuando le subí la falda y le quité las bragas, estaba tan mojada que yo. Podría sacar hilos obscenos de su coño cubierto de vello púbico. Y cuando cruzó la línea, empezó a hacer voces obscenas que ni siquiera ella sabía que existían y preguntó por mí...